Un día como hoy: “La masacre de Flores”

Efemérides

“LA MASACRE DE FLORES”, EN PRIMERA PERSONA

Un día como hoy – 17/02/2021

El 17 de febrero de 1994, Cacho, un exsocio de la fábrica de zapatillas de los Bagnato, incendió la casa en la que vivía la familia, en Baldomero Fernández Moreno y Pumacahua, y mató a José Salvador; a su esposa, Alicia Noemí Plaza; a Fernando y Alejandro, hermanos de Matías, y a Nicolás Borda, un vecino del barrio que se había quedado a dormir. Es uno de los mayores asesinatos múltiples de la historia criminal argentina.

Por el quíntuple homicidio, recordado como la masacre de Flores, el Tribunal Oral Nº 12 condenó a prisión perpetua a Fructuoso Álvarez González, señalado por el testigo Norberto Corda como la persona que llegó a la esquina de la casa en una cupé Renault Fuego y arrojó dos bidones con fósforo líquido hacia la vivienda.

Matías Bagnato tenía 15 años y fue el único integrante de la familia que logró escapar. Para la Justicia, Álvarez González decidió matar a los Bagnato, hace 26 años, porque no pudo cobrarles la deuda de 180.000 dólares que reclamaba por su participación en la fábrica.

Matías Bagnato, único sobreviviente de “La masacre de Flores”.

Según Matías, Álvarez González llamaba de madrugada y amenazaba a su padre. Le advertía que si no retiraba las denuncias que había hecho en su contra los mataría a todos. También llamaba de día, cuando José y su esposa estaban en la fábrica. Las comunicaciones eran atendidas por Matías y Fernando, que escuchaban a un hombre que a través de un distorsionador de voz les decía: “Se quemaron, están todos muertos”.

Debido a que el hombre de las amenazas usaba ese dispositivo para enmascarar su voz real, Matías y su hermano le decían “el monstruo”. Y resultó que lo era.

“Me desperté casi asfixiado. No podía respirar. Me levanté sobresaltado y caminé hacia la habitación de mi hermano Fernando. Salía una llama por debajo de la puerta. Cubrí mi cara con una remera y abrí la puerta. La llamarada me tiró al piso. Se me prendía fuego el pelo y me quemaba un brazo. Aturdido, busqué a mi hermano y fui a la pieza de mis padres. El fuego había tomado el techo y el placard. Entonces les grité a mis padres que salieran. ‘No vengan a mi cuarto. Yo puedo salir solo. Estoy bien’. Les grité a todos, los nombré uno por uno, una y otra vez”, recuerda Matías.

Eran las 3.30 y la faena asesina de Álvarez González estaba en su punto más dramático. El incendio que inició con los dos bidones de fósforo líquido en la cochera de Baldomero Fernández Moreno 1906 convirtió el chalet en una trampa mortal de fuego y humo.

“Cuando me asomé a la ventana, pude ver a mi vecino Norberto Corda. Me estaba quemando. Sentía el fuego en la espalda. Intenté saltar hasta un cantero que había en la vereda. Pero Corda me advirtió que no lo hiciera porque estaba todo rociado de líquido inflamable. Entonces, entre él y un policía me guiaron hasta la terraza de la casa vecina”, recordó el único sobreviviente de la masacre.

Antes del múltiple homicidio, José Bagnato había hecho varias denuncias por amenazas en la comisaría 38» de la Policía Federal. En una de esas presentaciones incluyó la agresión sufrida por la abuela de Matías, que fue golpeada por Álvarez González.

“Después del incendio fui a la seccional. Entonces, el comisario Arístides Agostini me preguntó quién podía haber cometido semejante acto criminal. Lo confronté y le recordé la cantidad de denuncias que mi padre había presentado contra Álvarez González. Primero me dijo que no había ninguna constancia. Luego de mucho insistir, y cuando le recordé el nombre de mi padre, pareció recuperar la memoria y, de repente, aparecieron todas las exposiciones hechas contra Álvarez González. Estoy seguro de que si la policía no hubiese subestimado las denuncias, los asesinatos de mis padres, de mis hermanos y de Nicolás se habrían evitado”, afirma Matías.

Según el testigo Corda, minutos después de las tres de la mañana salió de su casa para fumar y le llamó la atención el conductor de la cupé Renault Fuego que se había detenido en la esquina de Baldomero Fernández Moreno y Pumacahua. Advirtió que ese sujeto, el único ocupante del auto, miraba hacia la casa de los Bagnato.

Luego vio que un hombre arrojaba dos tachos o bidones dentro de la cupé y abordaba el rodado. Al chirrido de las ruedas, cuando el auto arrancó a toda velocidad le siguió una explosión. Corda corrió hasta el lugar de la detonación, vio el fuego y comenzó a gritar para que quienes estuvieran dentro salieran, al tiempo que pedía auxilio en forma desesperada.

“El cuerpo de mi madre fue hallado en el baño, dentro de la bañera, junto con el de mi hermano Fernando. Creo que quiso mojarlo para apagarle el fuego del cuerpo. La encontraron con el teléfono celular en la mano; trataba de llamar a los bomberos. Fue una leona tratando de salvar a sus cachorros. Mi padre falleció al lado de la reja de la ventana, cuando intentaba arrancarla para poder salvar a su familia. Mientras que Alejandro y Nicolás murieron asfixiados por el humo. Ellos estaban en la misma habitación”, recordó el hijo mayor de los Bagnato.

La noche que los mataron, los Bagnato habían visto el clásico entre San Lorenzo e Independiente por el torneo de verano, en Mar del Plata. Toda la familia era simpatizante del Santo de Boedo. Nicolás Borda se había quedado a dormir porque era amigo de Alejandro, el menor de los hermanos Bagnato, que tenía 9 años. Al día siguiente su madre pasaría a buscarlo para ir con él y Alejandro a la pileta.

 

(Fragmento de una nota publicada por “La Nación” el 15 de febrero de 2020)

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